El circo de los niños muertos.
Los niños estaban muertos cuando el circo llegó al
pueblo. La única niña que sobrevivió, la hija del panadero, lloraba.
-
¡No quiero
mirar! Hay ratones aquí – gritaba tapándose los ojos.
Del circo se proyectaban sombras dulces y, en medio
de la pista, la caja de Adriana Alma estaba aún cerrada. Entre la lúgubre
esencia del lugar, el olor a descomposición y las moscas, el panadero se dirige
hacia ella y la abre. Desde el interior sale una potente luz blanca que se hizo
camino rápidamente entre los agujeros de la carpa. La lluvia se amontonaba en
las nubes que cubrían el pueblo.
-
¡Y con ustedes,
desde la Amnesia del Sapo, la Maricona Pasiva! – gritó una voz ronca y jovial
desde algún rincón de las gradas.
Desde dentro de la caja de Adriana Alma salen
disparadas cabezas de diferentes niños manchadas por una sustancia rosada que
giraban por los aires. Desde el fondo del escenario irrumpe un hombre
raquítico, sin dientes delanteros y vestido de mujer.
-
¡Tengo la
vulva mutilada por fragmentos de un corazón con estrías! – grita
energéticamente el travestoni corriendo en círculos mientras se clava alfileres
en la piel de los brazos.
La hija del panadero, horrorizada se tapa los ojos
y grita:
-
¡No quiero ver
imágenes!
Una música comienza a sonar estridentemente por
todo el circo. Los cuervos, en el exterior, dejan de masticar carne infantil y huyen
del lugar. Las cabezas giratorias se transforman en militares chinos
arrastrados por gente culeada. El travestoni saca desde sus tetas falsas un
papel arrugado y manchado.
-
Navegué por
años entre puros maracos – comienza a recitar – y descubrí que, mejor que el neoprén, es la parafina. Aprendí puras
mariconadas, por ejemplo: ¿ustedes sabían que la caca viaja gratis en avión? –
el travestoni, serio, mira directamente al paradero - ¿me quieres decir algo?
-
No, nada, nada
– Dijo el panadero – Es sólo que hoy conocí a la novia de mi novia, y se parece
a ti.
-
Ten cuidado
huevón que mi perro muerde los cocos – Dijo amenazante el travestoni.
Desde el fondo del escenario baja una tela tensada
que alguna vez fue blanca, pero que ahora, sucia y manchada con el tiempo sólo
sirve para proyectar imágenes ilegibles. La luz de un proyector dibuja en ella
el título de la primera película sin personas, llamada “Jamón de Pierna
Asesina”. Las moscas proyectaban su sombra sobre la tela. El panadero,
asqueado, mira al travestoni y le dice con tono irónico:
-
Mis dedos de
dildo me dicen que si vos sos trola, que me corten las bolas.
La niña se aferró por detrás al cinturón de su
padre, la música se detiene, el travestoni comienza a caminar lentamente en dirección
al panadero mientras intenta alejar las moscas que interfieren su paso.
-
¿Voh’ soy
ahuonao’?, ¿No veí que soy un travesti, que me visto de mina? – dijo el
travestoni sacándose un papel doblado del colaless y lanzándoselo al panadero.
El panadero recoge el papel, la niña, sintiéndose
desprotegida, mira con miedo al travestoni. El panadero se levanta, desdobla el
papel y lee: “Última jalada, última línea, la cabeza se te sale por los ojos”.
El panadero despierta. El techo está igual que
siempre. Entre sus piernas, dura como en tiempos mejores, una erección levanta
la sábana. Tiene una tetilla caliente y un gato sin uñas le acompaña el
despertar. El día estaba nublado.
Fin.