domingo, septiembre 30, 2012

Lupa.

Lupa.

Valparaíso Vacío
no estabas en ninguna esquina.
Ya no sé si existes o te imaginé.

martes, septiembre 25, 2012

Desde el cielo.


Desde el cielo.

De a poco pierdo el miedo
A encontrarme con el espejo otra vez
Luego de cada esquina curvada
Distorsionada o borrosa.
Poco a poco decrece
El miedo
De verme reflejado en las paredes
Los vidrios con pupilas
Y los acantilados puntiagudos
Que el resquebrajo deja.
Lentamente lo pierdo
O se aleja escabrosamente
Por las paredes y los techos
El miedo inquietante del reflejo,
Borracho a la vez que penoso,
De encontrarme con el espejo otra vez,
Cuya imitación de mí
Hará verme envejecido y acabado.

Y caerá desde lo alto sin aviso,
Del cielo más iluminado,
Sobre mi cabeza sin percatar
Lo roto que ha estado este tiempo,
Que las alas de ángel me las ha tragado el suelo
Que a veces mi desplante acaba la cordura
Que lo amorfo besó las entrañas
Y que una bestia ha robado más de mil sombras.

Del cielo.
Del cielo caerá.
Del cielo caerá otra vez
En una esquina
El reflejo vivo
De este miedo que tiende a desaparecer
U ocultarse tras la espalda
De este murmullo.


The werewolf, in wareworld
Comes stepping along
He dont even break the branches where hes gone
Once I saw him in the moonlight, when the bats were a flying
I saw the werewolf, and the werewolf was crying
Cryin nobody knows, nobody knows, body knows
How I loved the man, as I teared off his clothes.
Cryin nobody know, nobody knows my pain
When I see that its risen; that full moon again
For the werewolf, for the werewolf has sympathy
For the werewolf, somebody like you and me.
And only he goes to me, man this little flute I play.
All through the night, until the light of day, and we are doomed to play.
For the werewolf, for the werewolf, has sympathy
For the werewolf, somebody like you and me.

viernes, septiembre 21, 2012

Portal de la inocencia.


Portal de la inocencia.

Me sorprende la desfachatez    
Con la que algunos prestan sus cuerpos
A lo básico de la existencia.

Me llama la atención profundamente
Como algunos pueden capturar
Sus víctimas tan fácilmente.

Me han mirado desde lo lejano
Para dejarme en claro la distancia
Con la que me muevo entre los cuerpos.
Y resulta incoherente
Que habiendo bebido tanta sangre
No sea capaz de entregarme
A lo vacíos sobre los que todos bailan.

Hay algo de lo que estoy seguro:
Las palabras no cantan
Los bordes no se rozan
No pasaré de largo a través
Del piso que sostiene
Mi pesada estructura de ser moral
De ente deseante
De hombre marginado
De profundidad de personaje
Y de todo lo que me acompleja.
Mi límite acaba siendo la pared.

jueves, septiembre 20, 2012

La pequeña existencia.


La pequeña existencia.



            Estaba por acabarse la tarde. Las veredas sucias, los aires densos por el calor, los perros aturdidos en el suelo de la calle, uno que otro automóvil pasando desinteresado por aquella esquina. Nadie que presenciara ese momento, por que ese momento no existió para nadie más que para los objetos. La amargura de la nicotina se escabullía por la punta de mi lengua y tenía ya los pulmones cansado de tanto fumar. A lo lejos sentía ese momento que tampoco presencié. Al costado mío, sobre la cama, un plato blanco con restos de pan y la luz cada vez más escasa se escabullía egoístamente por la rendija de la ventana. Nada sería lo mismo desde entonces. Nada sería contado dos veces.

            Temprano esa mañana uno que otro tipo vagaba por aquella esquina,  eso sí lo vi. Ninguno llamaba especialmente la atención, pero una que otra mirada callejera los hacía sentir acompañados en la soledad. “Estoy entre seres humanos” debieron pensar. A uno de ellos se le cayó un billete al suelo sin darse cuenta, el de atrás lo recogió. Ninguno parecía particularmente serio ni tampoco libertino. Hombres como todos. Pero el de atrás lo recogió y se lo guardó para sí mismo, no dijo nada. El que venía atrás del segundo hizo un gesto de desaprobación. Siguió caminando sin hacer nada y en la esquina siguiente lo atropelló un automóvil. Los perros ladraron. Su cuerpo voló por los aires y cayó gravemente sobre el pavimento. Comenzaba a hacer calor. A la media hora después su sangre yacía seca sobre la inmunda acera. Obviamente murió, pero fue el hombre al que se le cayó el billete al suelo quien llamó la ambulancia. Una hora más tarde parecía como si nada hubiese ocurrido en ese lugar.

            A la hora de almuerzo la calle se llenó de oficinistas, mujeres con minifalda de aspecto ejecutivo, madres, abuelas, jóvenes, animales, gatos, autobuses, gaviotas. Todo parecía una ciudad común y corriente. Yo en mi ventana presenciaba el día. El trozo de pan se estaba pudriendo, pude percatarme. Gente fumando, colectivos, escolares, todos caminando sobre esa existencia, ese momentito de nada. Si ocurrió mucho o poco no sabría decir. Era de esos momentos en que la vida parece desaparecer ante la rutina y escabullirse entre un tiempo que no vale nada por que es transitorio. Supongo que había gente con hambre, gente satisfecha por haber comido tanto en algún restaurant, gente que pensaba lo del día anterior y otra lo del día siguiente, no sé. Se sentía amarga la existencia en ese pequeño momento. Nada interesaba, nada parecía resaltar ni asombrar. Las pisadas borraron de a poco la sangre del tipo del atropello y al cabo de un rato ya se confundía con la mugre habitual de la vereda. “Quizá lo están velando” pensé. De a poco volvió todo a la normalidad.

            Ya en la tarde comenzó lo extraño. A esa hora donde todo el mundo desapareció y la calle volvió a existir sola, a descansar sus veredas de tantas pisoteadas, de tanto taco, de tanto zapato con mierda de perro, de tanto chicle, de tanta colilla de cigarro. Comenzó a atardecer, el cielo se ponía naranja y violeta. Desde el cielo bajó una pequeña luz, ínfima, que se posó humildemente en el escalón de la vereda. Se quedó quieta, tímida. Su esencia no titilaba, su luminiscencia tampoco. Se quedó quieta, tranquila e impaciente. Una frágil ráfaga de viento la movió un poco de su ubicación ya que su contextura de algodón la hacía aún más vulnerable y débil, pero logró estabilizarse. De haber estado alguien presente tampoco la habría visto. Parecía el brillo de un pequeño fragmento de vidrio. Repentinamente la vida parecía triste y acabada, vaga, vacía, absorta en la rutina, devorada por momentos predecibles, limitada por lo conocido, masticada por los rasgos de su sola existencia. Comenzó, de pronto, a sentir lástima por sí misma. No había nadie quien la recibiera en dicho lugar ni en ningún otro. Comenzó a llorar, y lo hizo como nunca antes lo había hecho. Lloraba por todo. Lloraba por lo que no podía ser, por lo que era y por lo que sería. Comenzaba a apagarse y junto a ella la luz de la tarde. La llegada de la noche se llevaba también los momentos del día y lo poco y nada que la eternidad les entregaba. La pequeña luz se deshizo en disculpas ante la vida por lo agotada que había sido su paso en esta tierra como un ser humano. Le pedía disculpas por haber decidido pasar por aquella calle esa mañana. Le pedía disculpas por no mirar a ambos lados de la vereda antes de cruzar. Le pedía disculpas por haberse convertido en algo tan pequeño. Le pedía disculpas por haber sido un hombre egoísta, por cada discusión que tuvo pensado en que tenía la razón, por cada momento en el que pudo haber sido más feliz, por ser celoso, por los hijos que no alcanzó a tener, por los besos que no dio y por los que no dio con suficientes ganas, por no quererse, por no querer ni amar más, por ser prejuicioso, por ponerse violento en situaciones de poco valor, por no entender al resto, por no querer hacerlo también, y la noche llegaba mortífera. Lamentablemente es inevitable que el día de mañana amanezca. 

Lejanías de la desaparición.


Lejanías de la desaparición.


El amor nos va a separar,
Nos enajenará,
Convertirá los bordes en fronteras
Y desatará ventiscas,
Nos partirá en dos,
Masticará la piel,
Cortará alas,
Nos hará desaparecer.

El amor caerá como lluvia,
Hablará de árboles secos,
Dejará llanuras en los brazos,
En la boca y en los ojos;
Dejará memorias morbosas
Con las cuales crucificarse.
Dejará la arteria abierta
Desde la que surgen los mares
Y cerrará todas las puertas,
Las ventanas amarillas
Las compuertas moradas
De la mañana y el amanecer.
No dejará nubes en el cielo,
No dejará animales muertos,
No dejará pieles vivas,
No dejará nada,
Por que caerá como la lluvia de Lima
Por que nos hará nacer
En días en los que Dios estuvo enfermo,
Por que siempre acaba
Y nunca comienza.

El amor nos va a separar,
Nos va mutilar,
Nos va a masacrar,
Nos va a rasgar cada pestaña
Cada iris,
Cada lagrimal.

El amor nos va a separar,
Enserio lo hará,
Por que juega como un niño cruel
Que corre sobre las espaldas
Arrastrando hojas de navaja.
Y nadie va a salvarse:
Todos comerán de sus cuerpos
Todos terminarán muriendo pequeñamente
Todos vamos a estar desaparecidos y,
Cuando alguien por fin nos encuentre
Nos habremos convertido en océanos. 

sábado, septiembre 15, 2012

No soy.


No soy.

No soy de esos pájaros
Que arman su nido
Y cortejan sacrificando
Dignidades de paso
Carencias reprimidas
Miradas amargas
Alas de ángel.

No soy de esos pájaros
Que sudan la gota gorda
Para impresionar a alguien otro
Con las ramas de mi nido
O los colores de las flores
Y los pasos de baile.

No necesito reproducirme,
No soy de esos pájaros
Que claman a la vida
Y compiten por el mejor amor.

Yo miro de lejos.

Me deleito con la aspereza
Del viento entre mis plumas sobrepuestas
Pegadas con algún líquido ordinario,
Para reírme de la ironía
De querer ser pájaro
Y no serlo.

viernes, septiembre 07, 2012

El circo de los niños muertos.


El circo de los niños muertos.

Los niños estaban muertos cuando el circo llegó al pueblo. La única niña que sobrevivió, la hija del panadero, lloraba.

-       ¡No quiero mirar! Hay ratones aquí – gritaba tapándose los ojos.

Del circo se proyectaban sombras dulces y, en medio de la pista, la caja de Adriana Alma estaba aún cerrada. Entre la lúgubre esencia del lugar, el olor a descomposición y las moscas, el panadero se dirige hacia ella y la abre. Desde el interior sale una potente luz blanca que se hizo camino rápidamente entre los agujeros de la carpa. La lluvia se amontonaba en las nubes que cubrían el pueblo.

-       ¡Y con ustedes, desde la Amnesia del Sapo, la Maricona Pasiva! – gritó una voz ronca y jovial desde algún rincón de las gradas.

Desde dentro de la caja de Adriana Alma salen disparadas cabezas de diferentes niños manchadas por una sustancia rosada que giraban por los aires. Desde el fondo del escenario irrumpe un hombre raquítico, sin dientes delanteros y vestido de mujer.

-       ¡Tengo la vulva mutilada por fragmentos de un corazón con estrías! – grita energéticamente el travestoni corriendo en círculos mientras se clava alfileres en la piel de los brazos.

La hija del panadero, horrorizada se tapa los ojos y grita:

-       ¡No quiero ver imágenes!

Una música comienza a sonar estridentemente por todo el circo. Los cuervos, en el exterior, dejan de masticar carne infantil y huyen del lugar. Las cabezas giratorias se transforman en militares chinos arrastrados por gente culeada. El travestoni saca desde sus tetas falsas un papel arrugado y manchado.

-       Navegué por años entre puros maracos – comienza a recitar – y descubrí que, mejor que  el neoprén, es la parafina. Aprendí puras mariconadas, por ejemplo: ¿ustedes sabían que la caca viaja gratis en avión? – el travestoni, serio, mira directamente al paradero - ¿me quieres decir algo?

-       No, nada, nada – Dijo el panadero – Es sólo que hoy conocí a la novia de mi novia, y se parece a ti.

-       Ten cuidado huevón que mi perro muerde los cocos – Dijo amenazante el travestoni.

Desde el fondo del escenario baja una tela tensada que alguna vez fue blanca, pero que ahora, sucia y manchada con el tiempo sólo sirve para proyectar imágenes ilegibles. La luz de un proyector dibuja en ella el título de la primera película sin personas, llamada “Jamón de Pierna Asesina”. Las moscas proyectaban su sombra sobre la tela. El panadero, asqueado, mira al travestoni y le dice con tono irónico:

-       Mis dedos de dildo me dicen que si vos sos trola, que me corten las bolas.

La niña se aferró por detrás al cinturón de su padre, la música se detiene, el travestoni comienza a caminar lentamente en dirección al panadero mientras intenta alejar las moscas que interfieren su paso.

-       ¿Voh’ soy ahuonao’?, ¿No veí que soy un travesti, que me visto de mina? – dijo el travestoni sacándose un papel doblado del colaless y lanzándoselo al panadero.

El panadero recoge el papel, la niña, sintiéndose desprotegida, mira con miedo al travestoni. El panadero se levanta, desdobla el papel y lee: “Última jalada, última línea, la cabeza se te sale por los ojos”.

El panadero despierta. El techo está igual que siempre. Entre sus piernas, dura como en tiempos mejores, una erección levanta la sábana. Tiene una tetilla caliente y un gato sin uñas le acompaña el despertar. El día estaba nublado.

Fin.